El niño nace con gran inmadurez y poco a poco con los cuidados de los padres maduran lentamente. En este proceso de maduración el niño pasa por una serie de frustraciones que los padres deben de aceptar como algo bueno y necesario. Sin embargo hay padres que evitan y prescinden del binomio de satisfacción-frustración. Unas veces previenen insistentemente ante cualquier "peligro" antes de que el niño intente la acción, agobiándole y negándole posibilidad alguna de investigación personal; otras veces le esconden hechos reales que el niño debe saber para que no sufra ( enfermedad o muerte de un familiar).
En el otro extremo están los padres rígidos que actúan según lo prescrito por sus convicciones o por los consejos de un manual, olvidando las necesidades de su hijo. Este niño acumulará más frustraciones que satisfacciones.
El resultado de ambas dará personas que diferirán en la forma de abordar los conflictos a los que se enfrenten en su adolescencia.
No cabe pensar en una educación perfecta, ni en que ésta sea capaz de formar al hombre o la mujer ideal, pero sí está claro que contribuye a formar la personalidad del futuro adulto.
Sobreprotección
Sobreproteger demasiado puede resultar tan nefasto como el abandono, porque les impide desarrollar su personalidad.
Los esfuerzos por procurarles todo lo que necesitan y mucho más, ayudarles y ofrecerles un modelo de comportamiento a seguir, se transforman en constante preocupación e incluso ansiedad, y ellos se ven obligados a crecer también con esos sentimientos.
Estos padres creen que quieren más y mejor a sus hijos. Sin embargo en muchos de ellos hay recuerdos de alguien que en el pasado no le dio el reconocimiento o el amor que él o ella necesitaba y nació en él la decisión de no dejar nunca que sus hijos sientan lo que ellos experimentaron.
Por otra parte, la sobreprotección obedece al deseo de mantener dependientes a los hijos.
Características de los niños de padres sobreprotectores
- Baja autoestima.
- Se mueven por impulsos más que por convencimientos.
- Toleran mal la frustración y buscan satisfacciones inmediatas.
- Les falta realismo, pues se plantean objetivos sin sopesar el esfuerzo que conlleva.
- No saben enfrentarse a los problemas, los rehúyen.
- No han aprendido a cargar con las consecuencias de sus propios actos.
- Están acostumbrados a las soluciones fáciles, o a que otros se lo resuelvan.
Consecuencias:
- Se sienten con derecho a que la genta haga las cosas por ellos.
- Se creen especiales o incluso mejores.
- Falta de habilidades sociales, se muestran o muy arrogantes o muy dependientes.
- Nunca sienten verdadera satisfacción con ellos mismos.
- Inseguros ante cualquier decisión o problema.
- Se desestabilizan fácilmente cuando falta la figura sobreprotectora.
- Ejemplos: en niños de ocho o nueve años, se puede observar que no saben jugar, que no respetan reglas, que tienen rabietas porque no se hace lo que ellos quieren ya que están acostumbrados a que lo que piden se les da sin límites ni contemplaciones. En la adolescencia tienen dificultades para establecer relaciones. Esto es consecuencia de no haberle permitido consolidar su identidad y de estar acostumbrados a que las cosas le son resueltas por el adulto sopreprotector.
¿Qué hacer?
- No justificar actos de mala conducta con la excusa de que al ser pequeño no lo ha hecho con intención o no sabe lo que hace.
- Dejar que valoren el esfuerzo, que cometan errores y después aprendan de la experiencia.
- Potenciar a que aprendan a luchar para lograr algo.
- Enseñarles a respetar las normas y reconozcan las figuras de autoridad.
- Animar a que resuelvan ellos solos sus pequeños problemas.
- Que ayuden y colaboren en casa, para que no se conviertan en pequeños tiranos.
- Aprender a controlar el exceso de temor a que le suceda algo.
- No valorarlo de forma indiscriminada o gratuita.
- No darle todo lo que pidan, realmente no quieren tantas cosas.
Mari Carmen Correas
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